lunes, 26 de septiembre de 2011

Virgen de Fátima

existencia de dios

sábado, 24 de septiembre de 2011

La Misericordia de Dios es Eterna


PROFECÍA DE EZEQUIEL 18, 25-28/SALMO 24/ CARTA DEL APÓSTOL SAN PABLO A LOS FILIPENSES 2, 1-11/EVANGELIO SEGÚN SAN MATEO 21, 28-32

“Si queréis darme el consuelo de Cristo y aliviarme con vuestro amor, si nos une el mismo Espíritu y tenéis entrañas compasivas, dadme esta gran alegría: manteneos unánimes y concordes con un mismo amor y un mismo sentir. No obréis por envidia ni por ostentación, dejaos guiar por la humildad y considerad siempre superiores a los demás. No os encerréis en vuestros intereses, sino buscad todos el interés de los demás. Tened entre vosotros los sentimientos propios de Cristo Jesús”.

Estas son las palabras del apóstol Pablo a esa comunidad de Filipo, unas palabras que surgen de lo más profundo de su corazón y, más aún, del abismo de su propio dolor y rabia al comprobar que el mensaje de Jesús no ha sido comprendido. Pablo experimenta cómo el cristianismo naciente está haciendo ya desde el principio una división errónea: por un lado anda la fe que proclaman y, por otro lado, anda la vida que viven los que proclaman esa fe. Esta división no es algo atípico y lo seguimos viendo y viviendo dos mil años después. La palabra de Dios es una palabra de vida, entre otras cosas, porque tiene actualidad en el aquí y en el ahora. Hoy seguimos haciendo lo mismo y el mensaje parece igual de nuevo y de ofensivo para los oyentes que no somos capaces de vernos reflejados en esta realidad.

No hay más que mirar a nuestro alrededor, dentro de nuestra propia iglesia, pero no me refiero sólo a la institucional, sino de la que formamos cada uno de nosotros, de nuestra parroquia, de nuestro grupo, etc; para darnos cuenta de que ni nos mátenemos unánimes, ni tenemos un mismo sentir, ni un mismo amor. Acudimos cada domingo a la celebración de la Eucaristía viviéndola muchas veces como un cumplimiento y olvidando lo que en ella hay de denuncia hacia nuestra vida. Escuchamos esa palabra de Vida mientras miramos el reloj porque tenemos una cita después y el cura se alarga; proclamamos la fe mientras miramos al que tenemos delante juzgando su actuar y sus comportamientos; rebuscamos en nuestros bolsillos los céntimos que depositaremos en la bandeja, mientras pensamos en dejar lo necesario para el café, la cerveza o la colección del quiosco o, simplemente, para nada, pero que no nos falte, mientras los encargados de caritas hacen verdaderos milagros de multiplicación de los panes y los peces para dar de comer, día a día, a tantas personas cuyos bolsillos hace tiempo que dejaron de ser útiles. Nos acercamos a comer el Cuerpo de Cristo mientras volvemos a juzgar si la persona que llevo delante lo merece o no. ¿Dónde queda la llamada de Pablo a vivir en el amor? ¿Son estos los sentimientos de Cristo Jesús a los que nos llama Pablo? Creo que no, ni lo son para ti, ni lo son para mí. Aquellos de Filipo habían marcado una delgada línea entre su fe y su vida, cada uno de nosotros la hemos ido acrecentando a nuestro antojo y pareciese como si las palabras del Evangelio, por muy alto que se proclamen, formasen parte de una novela de la cual conocemos el final y no nos interesa mucho la parte intermedia. No podemos vivir como católicos sin ser cristianos, no podemos vivir como cristianos sin ser católicos. La palabra católico significa Universal: el mensaje de Cristo es universal y a la vez particular: universal porque nos llama a vivir una misma fe, un mismo amor y una misma comunión; particular porque va al corazón y la conciencia de cada uno de forma única, su lectura es para mí, es para ti. No cometamos el error de, cuando escuchamos la palabra de Dios, pensar en poner ejemplos de personas que no la cumplen: empecemos por nosotros mismos.

El cristiano NO puede odia, NO puede desear el mal ajeno, NO puede ser indiferente a la necesidad, NO puede ser juez inmisericorde de nadie.

“Os aseguro que los publicanos y las prostitutas os llevan la delantera en el camino del reino de Dios”. ¿Por qué?, porque ellos saben quiénes son, conocen sus errores, son conscientes de que pueden ser mejores y tienen la capacidad de pedir perdón y buscar el verdadero Amor.

¿Quieres ser feliz? NO ODIES, NO DESEES EL MAL, NO CRITIQUES, NO JUZGUES.

¿Por qué? PORQUE QUIEN NO ODIE, NO SERÁ ODIADO; QUIEN NO DESEA EL MAL, SERÁ CONSOLADO EN SU DESGRACIA; QUIEN NO CRITICA, NO SERÁ OBJETO DE CRÍTICA; QUIEN NO JUZGA, SERÁ JUZGADO EN EL AMOR DE CRISTO, UN AMOR AL QUE SÓLO LE INTERESA LA SALVACIÓN Y LA ESPERANZA.

“Recuerda, Señor, que tu ternura

y tu misericordia son eternas;

no te acuerdes de los pecados

ni de las maldades de mi juventud;

acuérdate de mí con misericordia,

por tu bondad, Señor”.

El Señor tiene ternura y misericordia eternamente con cada uno de nosotros, ¿por qué no tenerla nosotros con nuestros semejantes? Si quiero experimentar la misericordia de Dios, sólo he de ser yo misericordioso con los demás. Esta es mi oración de hoy, la que compongo cada día y quiero seguir componiendo cada instante:

Señor: que cada ofensa que me hagan,

Sea una ocasión para perdonar.

Que cada vez que me odien,

Sea una ocasión para no odiar.

Que cada vez que me desprecien,

Sea una ocasión para acercarme a los despreciados.

Que cada vez que me critiquen,

Sea una ocasión para que no critiquen a otros en mi presencia.

Dame la fuerza que necesito para poder Amar,

Para poder amarte,

Para amarte en los demás.

Que al cerrar mis ojos a la vida terrena

Sólo encuentre tu perdón y tu amor

Por haber perdonado y amado.

lunes, 15 de agosto de 2011

JMJ


En estos días son pocos los que alzan su voz en contra de la visita del Papa a nuestro país, son pocos pero gritan mucho, lo cual ya dice demasiado de ellos. Son esos colectivos a los cuales se les llena la boca de hablar de derechos, de justicia social, de solidaridad, y de otras tantas cosas de las cuales se hacen portadores de banderas. Lo curioso de estos movimientos es que hablan de libertad, pero según la entienden sus movimientos y nunca según la entienden otros movimientos distintos a ellos. Se arrogan ser los paladines de la libertad de expresión, pero lo son sólo de su libertad de expresión; todo aquello que esté fuera de su pensamiento no es válido y ha de ser desterrado.

Ahora piden que el Santo Padre haga una condena sobre la actuación de la Iglesia durante el franquismo. En primer lugar hay que recordarles que hay heridas que es mejor dejar que cicatricen y, sobre todo, que no olviden que los muertos de la guerra civil lo fueron en ambos bandos. Yo pediré que el Papa pida perdón cuando lo vea hacer primero a Santiago Carrillo, a Cayo Lara y a ese sector del socialismo más retrogrado que pugna aún por desenterrar muertos, olvidando que los muertos que se desentierran traen consigo fantasmas difíciles de espantar. En segundo lugar: estos movimientos hacen alarde de su ignorancia. No se han enterado todavía que el Papa viene a un encuentro de jóvenes, no viene para hablar de política. Por cierto, resulta muy curioso que anden pidiendo un estado laico y donde desaparezca todo atisbo de religión a la vez que piden que la cabeza del catolicismo se pronuncie sobre un acontecimiento que fue eminentemente político. Simplemente curioso. Sus lacayos están a la que saltan, claro ejemplo de ello es la llamada cadena “Sexta”, a la que yo llamo “Secta”. Aprovecho para hacer un llamamiento a todos para acabar con ella, ¿cómo? Desintonizándola. ¿Sabéis cual es la táctica ahora? Primero un noticia que tenga que ver con el hambre en el mundo, bien acompañada de imágenes impactantes. A continuación: el papa visita España…. Y que cada uno saque sus conclusiones, por que el subconsciente las tiene muy claras: pobreza-muerte-hambre-desolación, frente a Iglesia-Papa-riqueza-poder. ¿Dónde quedó aquel Emilio Aragón cuyas canciones cantábamos y cuyos programas nos hacían reír? Pobre hombre.

La visita de Papa, para los católicos y los no católicos, es una ocasión importantísima para poder escuchar un mensaje de esperanza, unas palabras de ánimo y, sobre todo, un aliento del Espíritu Santo. No viene Ratzinger, como algunos quieren hacernos pensar, sino que viene Pedro, el apóstol elegido por Cristo para gobernar la barca de la Iglesia, el encargado de transmitirnos la palabra de Cristo, no la suya sino la de Cristo. Yo no sigo a este papa o aquel otro, sigo a Cristo en la persona del Papa porque, más allá de sus errores humanos que no dudo que tendrá, como yo, su boca es instrumento del Espíritu Santo para que sea el mismo Cristo quien nos hable al oído. Jesús de Nazaret no se quedó en Nazaret esperando a que viniesen a por él para ser crucificado, fue al encuentro de sus crucificadores dando un mensaje de vida por los caminos de Palestina camino del Gólgota. San Pedro no huyó de Roma, sino que a medio camino se volvió al entender que su misión estaba en medio del pueblo que Dios le había confiado hasta la muerte. El Papa no llama a los jóvenes para que vayan a su encuentro, es Él quien desea salir a su encuentro para ser testigo en medio de nosotros de que Cristo sigue vivo. No es más que un hombre de ochenta años largos, no es más que un anciano. Pero no es un anciano que mire el pasado con añoranza y espere sin más el momento de la muerte; es un anciano cuyas palabras son Esperanza y mensaje de Cristo. Es un profeta cuya misión es denunciar la injusticia del mundo y la iniquidad del ser humano. Y Él no es un hipócrita al estilo Belén Esteban cuando dijo aquello de: “donde tiene que ir el Papa es a Somalia y donde están pasando hambre” (si tanto le importa la injusticia del mundo y el hambre en Somalia ¿por qué no se va ella y nos deja a todos descansar?).

Juan XXIII, el papa del Concilio Vaticano II, cuando inicio las sesiones que cambiarían el espíritu de la Iglesia dijo: “No hemos de temer a los pájaros de malos agüeros”; yo digo lo mismo, dejad que esos pájaros sigan con sus agüeros de siempre y sus cantinelas cansinas y ancladas en el odio y el rencor. Yo deseo escuchar las palabras del Papa, el aliento de Cristo y la voz del Espíritu Santo a través de un anciano que sí se moja y no habla sólo desde la comodidad del salón. Bienvenido Santo Padre.

domingo, 17 de julio de 2011

El espíritu viene en ayuda de nuestra debilidad


Son muchas las ocasiones a lo largo de nuestra vida en que nos sentimos débiles, cansados, decaídos, agobiados, y una larga lista de sensaciones que nos hacen pensar que la soledad es el estado real de nuestra existencia. Creemos que no necesitamos de nadie ni de nada, es más, que nadie nos necesita a nosotros. Estos sentimientos no forman parte de nosotros realmente, sino que emanan en circunstancias concretas y en realidades de dificultad. Y es normal, pues ¿acaso somos superhéroes que pueden con todo?, ¿somos seres insensibles a los que les da igual todo? ¿somos hombres y mujeres ajenos al mundo que nos rodea?. Evidentemente no. Somos seres sensibles y vivimos en sociedad, es más, vivimos en una sociedad que muchas veces no nos gusta nada pero que es la que nosotros mismos nos hemos creado. El egoísmo es la principal puerta de entrada de todos estos sentimientos, pues es precisamente el egoísmo quien nos lleva a pensar y sentir que la debilidad no tiene cabida en nuestro día a día. El principal veneno de la fe es el egoísmo: sentir que somos dioses, dejar de lado a Dios y pensar que los demás han de respetarnos y necesitarnos como su Dios.

El verdadero Dios, Jesús de Nazaret, nos enseña todo lo contrario, no indica que hay que buscar la grandeza en lo sencillo y lo pequeño. Nos da ejemplo de cómo haciéndose uno de nosotros y viviendo en nuestra realidad puede incluso sentir nuestra propia debilidad. No podemos olvidar nunca lo hermoso del hijo necesitado del padre y de la madre, de su cuidado y de su protección. Lo profundo de una semilla insignificante que se convertirá en fruto que sacia el hambre del estómago vacío.

La soledad de Dios es un sentimiento real que podemos tener, pero esa soledad es el fruto de la compañía, sólo puede sentirse solo quien se ha sentido acompañado. Nada hemos de temer cuando sentidos a Dios lejano, nada, porque esa misma fe que nos hace sentirlo así se transformará, si queremos, en Espíritu que lo transforma todo, que todo lo hace nuevo, que nos hará sentir como niños recién nacidos en brazos de sus padres: Fuera de ti, no hay otro dios”, nos dice el libro de la Sabiduría, porque en Él está la esencia misma de la felicidad, la semilla del Reino como realidad. El Reino de Dios no es algo lejano, no es algo utópico; el Reino de Dios es Dios en tí y en mí. La justicia humana dista mucho de ser perfecta, la justicia divina es paciente y su vision no es miope como la nuestra, sino complete y global.

¿Cómo es possible el Reino de Dios?

Cerrando la puerta del egoismo.

Abriendo la puerta del Amor.

Segando la cizaña que crece.

Cuidando la semilla del Amor.

Asumiendo la debilidad.

Creyendo en la Fortaleza del Amor.

Olvidando la lejanía de Dios.

Sintiendo la presencia de su Espíritu de Amor.

Trabajar por el Reino de Dios no es una illusion, es una urgencia y una necesida; pero cuidado: trabajar por el Reino de Dios, no por crear nuestro propio reino a nuestra medida. Deja penetrar el Espíritu en Tí y Él lo hará todo nuevo surgiendo así la verdadera realidad del Reino de Dios.

viernes, 24 de junio de 2011

“Porque Dios no mandó su Hijo al mundo para juzgar al mundo” Jn. 3, 16-18

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Jesucristo no es juez del mundo. Así lo dice el evangelista Juan, y lo afirma la experiencia misma de aquellos que vivieron junto a Él. No juzga a Pedro por su traición, ni a Tomás por su falta de fe, ni a la prostituta que iba a ser lapidada. Y Jesús no juzga al mundo porque es precisamente juez. El juez humano condena según la objetividad de unas pruebas, atendiendo a unos testimonios concretos; no puede hacerlo de otra manera, pues sólo puede juzgar lo que ve y oye. Jesucristo conoce hasta lo más profundo de cada uno de nosotros, por eso no juzga al mundo, sino que en la eternidad de Dios Padre y en la fuerza del Espíritu dota al ser humano de la libertad plena y de la propia conciencia, ellas son las que juzgan como consecuencia de uso de ellas mismas. La conciencia es, como sabemos, la voz de Dios en el hombre. Por tanto Dios está presente en nuestro pensamiento y nuestra acción, pero no como director, sino como pastor que guía. Jesucristo se presenta a sí mismo como el Buen Pastor, y no puede ser de otra manera. El buen pastor no juzga ni condena a sus ovejas sino que está preparado en todo momento para volver a unirlas al rebaño por mucho que se hayan alejado.

La fiesta de la Trinidad nos presenta a un Dios hecho hombre en el Espíritu. Qué gran misterio y que gran alegría. Lejos del dios de Israel, de Egipto, de Buda, de Alá, el dios Trinitario vive cada segundo y cada instante del ser humano. No lo observa desde lo alto para premiar o condenar, sino que desciende para caminar junto a él. Sin duda alguna, no puede juzgar, pues conoce hasta lo más intimo de cada uno de nosotros y sabe, casi siempre, que nuestras acciones responden a un por qué. Qué juicio más maravilloso el de Dios: el juicio del Amor. ¿Qué madre puede condenar a su hijo? ¿Qué padre desea el mal a su hijo? La Trinidad es el misterio de Amor, en palabra del gran Papa Pablo VI: el misterio de un Dios Padre que ama con corazón de Madre.

Cada uno de nosotros, estamos llamados a ser Trinidad. A no juzgar, a que nuestro juicio pase siempre por el filtro del Amor y del perdón. En definitiva: a escuchar la voz de Dios Padre en la Conciencia para, mediante la fuerza de Dios Espíritu Santo poder vivir y actuar como Dios Hijo. ¿Cómo? No olvidando las palabras de Mt. 14, 22-33: “Ánimo, no tengas miedo, soy Yo”.

martes, 10 de mayo de 2011

La pobreza de los hipócritas


Nunca nadie pudo imaginar lo perfecto que resultaría mirar al cielo y contemplar la inmensidad de la noche. Desmenuzar el amanecer es una aventura sin fin. Saborear una puesta de sol tiene mucho más encanto que el mejor bocadillo de chorizo con mantequilla. Pero sin duda alguna, lo insuperable es poder mirar a los ojos de tu otro yo y contemplar cómo se abre toda la vida a un camino por andar, a una vereda cubierta de olorosa hierba que llena los pulmones como si fuesen los de un recién nacido que respira por primera vez. No sentir el miedo del juicio, no temer la palabra mal dicha o el gesto desacertado. Saber que hasta el pensamiento más profundo no es fruto de la improvisación sino el producto de la unión.

Decía Machado: "Caminante, no hay camino, se hace camino al andar". Y qué gran verdad: el camino no es que nos encontramos, sino el que hacemos. Cada paso es mirada al futuro o tembloroso pasado. No hay camino, el camino se va creando a nuestro caminar, pues el fruto de aquello que deseamos hacer, de lo que dejamos atrás, de lo que esperamos, de lo que soñamos e incluso de lo que odiamos. Caminar no es avanzar, es caminar. Lo importante no puede ser la meta, sino el paso firme, la meta es tan solo un conjunto de pasos firmes. Nadie puede atreverse a decir que el futuro está marcado, todos aquellos que hablan de futuro escrito, no son más que absurdos creadores de soledades, sus palabras son el reflejo de su propia mirada incierta al presente. Quien dice "nacemos para morir", más vale que muera ya, ¿si es tan claro el por qué, por qué esperar?; si has nacido esperando la muerte más vale que tu vida sea solitaria y que se agote cuanto antes, de lo contrario el negror de tu pensamiento ennegrecerá el pensamiento de tus compañeros de viaje. Quien no espera nada de la vida, debería recordar que la vida si espera algo de él.

Descubro cada segundo cómo el mundo gira a mi alrededor, como quien en otros momentos sentía como compañeros de viaje, se han convertido en hipócritas alimañas juzgadoras. La verdad es que no siento recelo, ni tan siquiera algo parecido. Tampoco me hacen daño, tan solo ratifican mis posturas y son el objeto de mi oración, porque los considero pobres, clasistas, profetas de su propia perdición y, como ya dije en otro artículo, sembradores de cizañas. ¿Dónde está Dios? Lejos de quien actúa así.

¡Qué triste es pasar la vida juzgando a los demás, con lo grandioso que es pasarla amando¡ sólo puedo desearos, que algún día seáis felices.

Resurrección

La resurrección no es algo que quede excesivamente lejos de nosotros, ni es algo que tenga que ver sólo con la muerte. Resucitar es descubrir una serie de valores y opciones fundamentales que nos hacen poder proyectar nuestra vida en clave de futuro. Sin duda alguna, Jesucristo resucita de la muerte física para darnos no una vida distinta, sino una vida en auténtica plenitud. Pero existen otro tipo de muertes que necesitan de otro tipo de resurrecciones. La vida es un compendio de necesidades, aspiraciones, ilusiones, fracasos, éxitos, etc. Y en cada uno de esos acontecimientos muerte y resurrección van unidas. Pensamos que la muerte física es el final de todo, y así lo dice nuestro argot popular: “todo tiene solución menos la muerte”; pero he aquí que un cristiano no puede profesar ese dicho, pues en Jesús la muerte sí ha encontrado una solución: la vida.

No es necesario ser cristiano para resucitar continuamente, pero el cristiano sí tiene la obligación de estar continuamente en constante resurrección. Si vamos descubriendo la muerte como algo distinto de un proceso meramente físico, podremos descubrir lo importante que es morir a las cosas que nos separan de los demás. Morir al egoísmo, morir a la envidia, morir a la desconfianza, morir a la desilusión y a otras tantísimas cosas que hacen que estemos muertos en vida creyendo que vivimos porque nos morimos. Nunca la esencia del pensamiento ha podido determinar las condiciones del cambio, pues la mente de forma objetiva no es posible. La mente requiere necesariamente de nuestra capacidad de pensamiento, y éste no es medible, sobre todo si tenemos en cuenta que esta capacidad de pensamiento tampoco es objetiva sino que viene determinada por nuestra vivencia y, sobre todo, por nuestra capacidad de reflexión e interiorización.

¿Qué es más importante, morir físicamente o vivir eternamente muerto? Que cada uno conteste a esta pregunta desde su vivencia existencial. Jesucristo no lo dudo: morir por amor antes que vivir por miedo.

Parece que haya querido hacer aquí un pequeño excursus sobre la muerte, nada más lejos de la realidad: mi discurso es sobre la vida, o mejor dicho, sobre la VIDA y sobre el AMOR. Porque la muerte física puede acabar con lo material, pero el AMOR es eterno y no sucumbe ante un ridículo proceso de descomposición orgánica. Mira a tu alrededor: si amas de verdad, permanecerás en los tuyos y ellos en ti. Si tu amor es mediocre, movido por las necedades humanas, aunque vivas 1000 años, vivirás muerto. Fíjate hasta que punto será importante el AMOR, que toda la doctrina cristiana se resume en esas cuatro letras, es la esencia de la fe y de la vida. Un AMOR que tiene que ser grande y pequeño a la vez. Grande para amar sin rencor; y pequeño para amar sin condiciones sobre todo a los que tenemos a nuestro alrededor. Cuanto cambiarían las cosas si pusiésemos el amor por encima de todas nuestras inquietudes, egoísmos, desconfianzas, y ese largo etcétera que no nos dejan muchas veces disfrutar de la vida y de los que tenemos a nuestro lado. Ama y olvida, ama y haz de cada día el último de tu vida y, al llegar la noche, no te importará morir porque lo has dado todo, te has dado en plenitud. Jesucristo lo hizo, era Dios, pero también hombre y amó como tal sin temer la noche. Su amor fue tan en plenitud que el regalo de su muerte fue la VIDA.

Comenzamos a trabajar